martes, 6 de mayo de 2008

El Poder Financiero Mundial en la Historia 2° Parte


Tiempos Extraordinarios, Colapso Intencional y el derribamiento de los EE.UU

por Richard C. Cook, Global Reasearch, 30-4-08

2° Parte

Original Completo en inglés

El Dominio de los banqueros

A principios del siglo 20, los banqueros de Europa tenían una misión ante ellos. Si Rusia y los EE.UU. podían ser controlados, nada se intempondría en el camino de la dominación de la humanidad de parte de una materialista pseudo-religión de poder y riqueza con la cual los financistas estaban obsesionados. Como Max Weber (1864-1920) escribió en La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo, la adquisición de riqueza era vista como un signo de que una persona era una de las “elegidas.” La esfera de influencia de los financistas estaba centrada en Europa del Norte, en donde las doctrinas anti-usura de la Iglesia Católica Romana y la de Martin Lutero (1483-1546) habían sido minadas a través de las enseñanzas de Juan Calvino (1509-1564).

Como es bien sabido, la actividad bancaria en Europa comenzó en el período medieval con comerciantes de oro con locales propios que inventaron la actividad bancaria de reservas fraccionarias al prestar certificados contra una reserva de oro conservada para sus clientes en depósito. Para el tiempo del Renacimiento, la actividad bancaria se centró en Italia y Alemania, luego se difundió hacia el norte y oeste a los Países Bajos, Francia e Inglaterra.

Para entonces la prohibición católica contra la usura estaba bien desarrollada. El Papa Sixto V (1585-90) dijo la carga de interés era “detestables para Dios y el hombre, estaba maldecido por los canones sagrados y era contrario a la caridad cristiana.” El historiador teológico John Noonan escribió que “la doctrina [de la usura] fue enunciada por los papas, expresada por tres concilios ecuménicos, proclamada por los obispos, y enseñada unánimemente por los teólogos.” (“Desarrollo de la Doctrina Moral,” 54 estudios teológicos, 662, 1993)

El prestar dinero a interés era dejado a menudo a los judíos europeos, donde las afirmaciones en varias escrituras, tales como el Talmud, parecían permitir la práctica al tratar con los no judíos. Algunos sostienen que el Vaticano trabajó detrás de escena usando a los judíos como pantalla para sus propias operaciones prestamistas.

En Inglaterra, los monarcas Tudor y Estuardo se resistieron al ascenso de los banqueros como emisores de moneda. Como Susan Boskey escribe en su libro El Plan de Calidad de Vida: 7 Pasos hacia una Seguridad Financiera Infrecuente, “el caso de Mezcla de Dineros de 1604 en Inglaterra determinó al dinero como medida pública a ser regulada por el estado.” Según Alexander Del Mar, jefe del departamento estadounidense de pesos y de medidas a fines del siglo diecinueve y autor del libro, Historia del Dinero en América a partir de los Primeros Tiempos hasta el Establecimiento de la Constitución, el caso de Mezcla de Dineros determinó que “sólo el estado tenía el derecho de emitir dinero.”

Boskey continúa: “Por más de medio siglo, esta disposición alarmó a los comerciantes de Londres que intentaron derrotar a la decisión sobre Mezcla de Dineros. La Compañia de las Indias Orientales era el principal instigador en el esfuerzo, porque estaban ansiosos de hacer una ganancia enviando plata en metal a la India a cambio de oro. El éxito fue alcanzado con la Ley Británica de Libre Acuñación de 1666, la cual, según Del Mar, `alteró los sistemas monetarios del mundo.' Escribió: 'los efectos específicos de esta ley eran destruir la prerrogativa real de la acuñación, anular la disposición en el caso de Mezcla de Dineros, e inaugurar una serie futura de pánicos y desastres comerciales que para aquel tiempo eran totalmente desconocidos.' Los prestamistas conocidos como 'los guardianes de las bóvedas de seguridad` comenzaron la práctica de hacer préstamos con intereses que no estuvieran respaldados ciento por ciento con las reservas de oro que permanecían en su bóveda de seguridad.”

“La Ley Británica de Libre Acuñación de 1666,” continúa Boskey, “marcó un punto crucial desde el rol de la creación de moneda como medida pública a una dominada por los prestamistas. El acto de poner dinero en circulación no estuvo más conectado directamente con las presentes y existentes riquezas materiales de una nación.”
Por esta época, Samuel Pepys (1633-1703) escribía su ahora-famoso Diario. Según el experto monetario canadiense Martin Hattersley, Pepys “describía con sorprendido placer a la nueva institución bancaria, por la cual el inversionista inteligente, en vez de pagar al orfebre por almacenar sus objetos de valor, abría una cuenta, y efectivamente se le pagaban intereses por tener su dinero cuidado!”

Pepys estaba cautivado por la familiar pero perniciosa noción de que, en vez de trabajar para ganarse la vida, una persona podría hacer que su dinero “trabaje por ella.” Aristóteles había hablado en contra de este concepto hace 2.000 años: “La forma más odiada de conseguir riqueza, y con la mayor de las razones, es la usura, que saca ganancia del mismo dinero y no de su objeto natural. Ya que el dinero fue pensado para ser utilizado en el intercambio pero no para incrementarlo a interés. Y este término interés, que significa el nacimiento de dinero del dinero, se aplica a la cría de dinero debido a que el descendiente se asemeja al padre. Por lo tanto, de todos los modos de conseguir riqueza, éste es el más anormal.” (Política 1258b)

Hattersley continúa: ¿“Quién pagaba por el notable nuevo servicio de Samuel Pepys? Básicamente, el público lo hacía. Pepys, dejando su oro con el banquero, permitía que este último lo prestara a terceros. Pepys tenía su 'dinero en el banco', y el prestatario tomaba el oro. El prestatario pagaba naturalmente interés por el préstamo. Pepys recibía interés por su depósito. El mismo dinero que estaba (teóricamente) en posesión tanto de Pepys como del prestatario significaba un aumento en la masa monetaria de la nación. Todos los portadores de dinero en la nación, por lo tanto, tenían el valor de sus tenencias muy levemente diluídas. Había un beneficio para el banquero en el 'spread' o diferencia entre las tasas por tomar prestado y por prestar. Había un beneficio para el Sr. Pepys, quien en un solo y mismo momento tenía dinero en el banco y una inversión productora de intereses. Con todo el prestatario también se beneficiaba. Su préstamo estaría a una tasa más baja de interés que aquella sobre el capital que hubiera tenido que ahorrar. El financiamiento bancario 'inteligente' lo ponía delante de competidores financiados en forma convencional. Las tres partes ganaban, a expensas del público en general, el valor de cuyo dinero se diluía con la inflación de la masa monetaria”.

Finalmente, concluye Hattersley, “salteando hacia adelante tres siglos (pasando acontecimientos tales como la Burbuja del Mar del Sur, la tulipánmania, el auge ferroviario y el desplome del mercado en 1929) nos encontramos con que el pequeño punto de inflación que Sr. Pepys se dispensaba se ha convertido en una forma de vida universal. El extenso desarrollo de capital de Canadá [y de los EE.UU.] en el auge post-Segunda Guerra Mundial ha sido financiado en gran parte, no por los ahorros y la inversión personales, sino por la inflación de la masa monetaria. Esto ha dejado al ahorrativo que invirtió sus pequeños ahorros de los duros tiempos de la Gran Depresión en hipotecas, bonos, y seguros de vida privado de la mayor parte de las recompensas de su ahorro, y ha hecho que los beneficios de la inflación beneficien a todos los que pudieron pedir prestado, construir, y después devolver su capital en dólares deflacionados después.”

Hattersley captura la esencia de la moderna economía basada en la usura. La vida no se basa más en el trabajo honesto del ser humano y los recursos de la naturaleza, sino en la manipulación financiera. Esta es la razón por la cual la gente religiosa ha visto siempre a la usura como un crimen. Aristóteles colocó al usurero en la misma categoría que otros que “manejan comercios sórdidos,” tales como los proxenetas.

Volviendo a la marcha de la historia, en 1688, James II, que se había hecho católico, huyó del trono británico. Con la “revolución gloriosa,” fue reemplazado por los Protestantes Guillermo y Maria de la Casa Holandesa de Orange. El instrumento principal de poder de los financistas que los apoyaron fue el Banco de Inglaterra, fundado en 1694.

Los dos siglos siguientes vieron al control financista del comercio mundial esparciéndose a través de la instrumentalidad del Imperio Británico. El fundamento de la política británica era el “libre cambio,” que permitía a los fabricantes británicos que pagaban una miseria a sus trabajadores vender a precio más bajo que sus competidores de otros lugares. Esto fue ayudado al tener a la libra británica convertida en la moneda de comercio mundial.

Con el primer congreso sionista de 1897, una de las metas geopolíticas de los financistas fue la de apoyar la creación de la nación de Israel, por lo menos para dominar en parte la encrucijada mundial en el Oriente Medio rico en petróleo. El petróleo era necesario para aprovisionar de combustible a la Armada británica.

La naturaleza y los orígenes del sionismo se han discutido vehementemente en estos últimos años, al tiempo que el papel de Israel a nivel internacional ha crecido. Una cosa parece cierta: la religión judía no es de ninguna manera monolítica. Pero sus seguidores, muchos de los cuales se opusieron a la filosofía del sionismo, serían atraídos hacia el juego de poder de los financistas. Desde este punto, cualquier persona que incluso cuestionara el sionismo sería etiquetado de antisemíta.”

Mientras que el vigésimo siglo avanzaba, la élite financiera se involucró pesadamente en sacar riqueza de una guerra mundial y de la fabricación de las nuevas armas de destrucción masiva que la tecnología moderna hacía posibles. La guerra y el armamento, combinados con el control del crédito fabricado con el apalancamiento (leveraging) de la producción industrial, estaban por ser los medios primarios para endeudar a las naciones y a sus poblaciones. Una sociedad esclava materialista estaba siendo creada, contra la que libros como "1984" advertían. La humanidad fue atraída hacia la conformidad a través del mundo de fantasía provocado por los medios de comunicación a través de la publicidad, el cine y la televisión. Otro incentivo fue la creciente disponibilidad de bienes de consumo producidos en serie.

Continuará...